Memorias de Lia, la que se hizo poesía.

A veces te veo sentada frente a mi, tan callada, tan fria, tan apática a las muestras de cariño en todas las maneras sociales ( esas que dictan los otros, los de enfrente y los que no tienen más nada que crecer) sin embargo, tú tienes un vocabulario diferente a los tradicionales para comunicarme tu amor.

Por poner ejemplos: cuando hablamos de cuarzos, de la energia que nos rodea, de
las plantitas de tu balcón o cuando me compartes tu canción favorita de rock.

Y siempre estamos en constante evolución en nuestras formas del amor. Me abro a ti y recibo tu amor en cada una de tus charlas largas, en cada risa y anécdotas bajo la luna llena, en el tintineo al chocar nuestras copas de vino cuando hablamos de nuestros dramas existenciales.

Se que me amas cuando me abrazas y tomas mi mano a media noche.
Se que me amas cuando salimos de la rutina semanal.
Se que me amas cuando comemos «burritos» y me preguntas si está rico o si quiero la mitad del que, premeditadamente, guardaste para mi.

Eres tan rara y precisamente eso me cautiva de ti en cada momento.
Soy tan rara que sigo pensando en que la fuerza que nos une es realmente poderoso y ensordecedor.

Cuando se apaga la luz y te siento dormida a mi costado me pregunto: ¿cuántas vidas hemos vivido juntas? Y ¿ cuántas vidas más coincidiremos?

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